miércoles, 8 de octubre de 2008

Todo acerca de la epilepsia (parte 4)

Complicaciones (continuación)


Las crisis no tratadas impiden que el paciente lleve una vida aceptable, pero con el tratamiento actual, más del 50% de las personas con epilepsia alcanzan un completo control de sus ataques y llevan una vida normal ; el otro 30% consigue un control parcial de las crisis y puede realizar la mayoría de las actividades cotidianas.


Recomendaciones finales


En la gran mayoría de los casos la epilepsia es una enfermedad crónica; sin embargo con un tratamiento correcto, los ataques pueden ser menos frecuentes al cabo de algunos años, y los fármacos se podrán reducir progresivamente, o incluso suprimir. Generalmente los médicos empiezan a reducir las dosis si el paciente permanece sin crisis durante algunos años, pero los ataques suelen repetirse.


El paciente nunca debe reducir la medicación sin permiso del médico, ya que la supresión brusca de los fármacos antiepilépticos puede agravar y hacer más frecuentes los ataques; también se ha comprobado que una supresión brusca desencadena episodios de estado epiléptico.


Las personas con epilepsia pueden llevar una vida normal. Sin embargo, deben saber que el exceso de alcohol, los malos hábitos en las comidas y la falta de descanso pueden precipitar los ataques. En todos los países se permite manejar autos a una persona epiléptica si no ha tenido crisis durante un período determinado.


La persona con ataques mal controlados o desencadenados por estímulo específico debe limitar sus actividades a fin de evitar el peligro. El paciente epiléptico debe tomar siempre su medicación exactamente como le fue recetada, e informar al medico de cualquier cambio en la actividad la crisis, y de los efectos secundarios de los fármacos de modo que la dosis pueda ser regulada.


Una mujer con epilepsia debe consultar al médico antes de embarazarse. Se sabe que el embarazo aumenta la frecuencia y la gravedad de los ataques. Además se ha demostrado que algunos fármacos anticonvulsivos elevan el peligro en recién nacidos con defectos congénitos, sobre todo el paladar hendido.


Edgardo Sánchez
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