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Cuando las calorías se volvieron importantes en los años veinte (1920) y todo el mundo aprendía a contarlas, los traficantes de azúcar encontraron una nueva cuña.
Alardearon de que había 2.500 calorías en una libra de azúcar. Poco más que un cuarto de libra de azúcar era capaz de producir el veinte por ciento del total diario necesario.
“Si pudieras comprar toda la energía de tus alimentos tan barato como compras las calorías del azúcar”, nos decían, “la gasto anual en comida sería muy bajo. Si el azúcar costara siete centavos por libra, gastarías menos de $35 al año”.
Una forma muy barata de matarte.
“Por supuesto no podríamos vivir con una dieta tan poco balanceada”, admitían más tarde, “pero estas cifras sirven para señalar que barata es el azúcar como alimento que aporta energía. Lo que antes era un lujo solo disponible para unos pocos privilegiados ahora es asequible hasta para los más pobres”.
Más adelante, los traficantes de azúcar hacían propaganda diciendo que el azúcar era químicamente pura, por encima del jabón de marfil en esa categoría, ya que tenía una pureza del 99.9% contra el jabón de marfil que era del 99.44%. “Ningún producto de nuestra dieta diaria es tan puro”, nos aseguraban.
¿A que se referían por pureza, además del hecho irrebatible de que todas las vitaminas, minerales, sales, fibras y proteínas habían sido eliminadas mediante el proceso de refinación?
Bueno, los traficantes de azúcar se despacharon con un nuevo enfoque sobre pureza.
“No hace falta que los selecciones como las legumbres, ni que la laves como el arroz. Cada grano es como cualquier otro. No hay residuos cuando lo usas. Ni huesos como en la carne, ni pozos como en el café”.
“Pura” es un adjetivo favorito para los traficantes de azúcar porque significa una cosa para los químicos y otra para los mortales ordinarios.
Cuando una miel se etiqueta como pura, significa que está en su estado natural (extraída directamente del panal de las abejas que la libaron), sin adulteración con sucrosa para estirar su contenido ni residuos químicos dañinos que pudieran haberse rociado sobre las flores.
No significa que la miel está libre de minerales como el yodo, el hierro, el calcio, el fósforo o múltiples vitaminas. El proceso de purificación por la que pasan la caña de azúcar y la remolacha en las refinerías es tan efectivo que el azúcar termina químicamente tan pura como la morfina o la heroína que un químico tiene en los estantes de su laboratorio.
Lo que estos comerciantes del azúcar no nos dicen es qué valor nutricional representa esta pureza química abstracta.
Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, disfrazaron su propaganda con un tiro preparado. “Los dietistas conocen desde hace mucho tiempo el alto valor alimentario del azúcar” dijeron en un tratado industrial allá por los años veinte. Pero fue la Primera Guerra Mundial la que lo puso de relieve. El poder energético del azúcar llega a los músculos en minutos y esto fue de gran valor para los soldados a los que se suministró una ración justo antes de un ataque”.
Los comerciantes del azúcar han estado insistiendo sobre el poder creador de energía de la sacarosa durante años porque es lo único que contiene. Energía calórica y sabor que crea hábito: es todo lo que la sacarosa tiene y nada más. Todos los demás alimentos contienen energía y más cosas como nutrientes en forma de proteínas, carbohidratos, vitaminas o minerales, o todos al tiempo. La sacarosa tiene energía calórica, punto.
El reclamo de energía “rápida” de la que estos comerciantes hablan, que lleva a los soldados de infantería poco dispuestos a lanzarse al combate y hace que los niños se suban por las paredes, se basa en el hecho de que la sacarosa refinada no se digiere en la boca o en el estómago sino que pasa directamente a los intestinos y de ahí a la sangre. La rapidéz con que la sacarosa entra en el caudal sanguíneo hace más mal que bien.
La mayor parte de la confusión de la gente en cuanto al azúcar refinada se debe al lenguaje. Los químicos clasifican a los azúcares como carbohidratos. Esta palabra significa “sustancia que contiene carbono con oxígeno e hidrógeno”. Si los químicos desean utilizar estos términos hermético en sus laboratorios cuando hablan entre ellos, de acuerdo. Utilizarla fuera del laboratorio, especialmente en el etiquetado y en la publicidad para describir tanto granos de cereal completos y naturales (que durante miles de años han sido el alimento principal de la raza humana) como azúcar refinada por el hombre (que es una droga fabricada y el principal veneno de la raza humana durante apenas unos pocos cientos de años) es demostrablemente malicioso.
Esta clase de confusión hace posible el fraude llevado a cabo por los comerciantes del azúcar para hacerles creer a las madres que sus pequeños necesitan azúcar para sobrevivir. El uso de la palabra “carbohidrato” para describir el azúcar es deliberadamente engañoso. Desde que el etiquetado de latas y envases debe incluir las propiedades nutricionales, carbohidratos refinados como el azúcar se entremezclan con otros carbohidratos que pueden o no ser refinados. Así las distintas clases de carbohidratos se totalizan juntan para obtener una cantidad total lo que conlleva que se oculta al comprador inadvertido la cantidad de azúcar.
Los químicos contribuyen a la confusión usando la palabra “azúcar” para describir un grupo completo de sustancias que son similares que no idénticas. La glucosa es un azúcar que se encuentra normalmente junto con otros azúcares en frutas y vegetales. Es una sustancia clave en el metabolismo de todas las plantas y animales. Nuestro organismo convierte muchos de nuestros alimentos principales en glucosa, que está siempre presente en nuestro caudal sanguíneo y a la que frecuentemente se la denomina “azúcar de la sangre”.
La dextrosa, también llamada “azúcar del maíz” es un derivado sintético del almidón. La fructosa es el azúcar de la fruta, maltosa, el azúcar de la malta, lactosa la de la leche, sacarosa es azúcar refinada que se obtiene de la caña de azúcar y de la remolacha azucarera. La glucosa ha sido siempre un elemento esencial de la sangre humana.
La adicción a la sacarosa es algo nuevo en la historia de los seres humanos. Utilizar la palabra “azúcar” para describir dos sustancias que distan mucho de ser iguales, que tienen estructuras químicas distintas y que tienen un efecto profundo en el organismo de manera completamente diferente es complicar la confusión. Hace posible más fraude por parte de los comerciantes de azúcar que nos dicen qué importante es el azúcar como componente esencial del cuerpo humano, cómo se oxida para producir energía, cómo se metaliza para producir calor, etcétera. Hablan de la glucosa, por supuesto, que es fabricada en nuestro organismo. No obstante, nos llevan a creer que de lo que hablan es de la sacarosa que producen en sus refinerías.
Cuando una misma palabra “azúcar” puede designar a la glucosa de tu sangre y también a la sacarosa de tu Coca-Cola, es fenomenal para los traficantes de azúcar y terrible para todos los demás.
Se ha manipulado a la agente para que piense en sus cuerpos de la misma forma que piensa en sus cuentas corrientes. Si sospechan que tienen bajo el nivel de azúcar en sangre, automáticamente toman golosinas o gaseosas para elevar el nivel, lo que en realidad, es lo peor que pueden hacer. El nivel de glucosa en sangre es bajo porque son adictos a la sacarosa. Los que han superado su adicción y dejan el azúcar observan que el nivel de glucosa en sangre vuelve a la normalidad y se mantiene allí.
Desde finales de los sesenta, millones de norteamericanos han vuelto a consumir alimentos naturales. Un nuevo tipo de tienda, la de productos naturales, ha animado a muchos a olvidarse del supermercado. Los productos naturales pueden facilitar la recuperación de la salud. De forma que mucha gente ha equiparado la palabra “natural” a “saludable”. Los traficantes de azúcar comenzaron entonces a “pervertir” la palabra “natural” de forma de confundir al público.
“Hecho a partir de ingredientes naturales” nos dicen los anuncios. Las palabras “a partir” no se enfatizan lo suficiente y deberían. Hasta el azúcar refinada está hecha a partir de ingredientes naturales. Esto no es nada nuevo: los ingredientes naturales son la caña de azúcar y las remolachas”. Pero al decir “a partir de” no se implica que el 90% de la caña de azúcar y la remolacha se han eliminado. La heroína también podría publicitarse como producida a partir de ingredientes naturales. La amapola es tan natural como la remolacha azucarera. Es lo que el hombre hace con ella lo que nos cuenta la historia.
Si quieres evitar el azúcar cuando vas al supermercado, sola hay una forma segura. No compres nada a menos que la etiqueta diga de forma visible y con total claridad: sin azúcar añadida.
Utilizar la palabra carbohidrato como denominación científica para el azúcar se ha convertido en la estrategia defensiva habitual entre los comerciantes del azúcar y varios de sus apologistas médicos.
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